Mi amigo Juan G. está hoy contento. Le dio por ahí. Se marchó a su pueblo. Mi amigo Juan G. es de pueblo, muy de pueblo. Como suele decirse más que las amapolas. Cuando llegó as su pueblo sin pararse siquiera en unos de esos bares, de lo que más hay se dirigió a la parroquia para ver su partida de bautismo. Tal como lo pensó llamó al párroco y le expuso su caso, su sencillo caso, quería ver su partida de bautismo. Cosa más absurda, pensó el cura, pero bueno, cuestiones más pelegrinas había tenido que tender, así que le preguntó cuando fue el hecho o cuando pensaba él que fue.
Juan G. le dijo cuando nació y como entonces era costumbre bautizarles siendo unos bebés, por aquella fecha buscó el cura la partida de bautismo de Juan G.
Por alguna razón, o por lo más obvio, la partida de bautismo de Juan G. no existía. Mi amigo no estaba bautizado, mi amigo no era cristiano y esto le quitaba un gran peso de encima. Podía ser lo que quisiera ser sin tener que renunciar a nada, incluso cristiano. Así que ahora podía empezar a pensar en que ser ya que no era y esto si es de peso.
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