-¿Tienes fuego?
-No. Busco una cabeza
roja,
montón de hojas otoñales
y crepúsculos en los
ojos.
Debe de estar en
cualquier sitio,
sentado, tal vez,
mirando
jugar a la pelota a
unos niños
y hundiendo su mirada
chica
en algún árbol retorcido,
alto, con algunos vástagos
apuntando a la niebla.
Está sólo entre tanto
ruido.
(El rumor que se oye
ni son pájaros ni
silencios de ramas,
son guaguas, bocinas y gritos).
-¿Habéis visto a mi
amigo?
-¿Tienes fuego?
-¿Quién me ha despertado
de tan corto suspiro?.
-¿Tienes fuego?, por
favor.
-No. Tengo limón y
vino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario